Muchas veces me preguntan la ubicación real de este paisaje otoñal, debe ser esa combinación de marrones o el efecto visual que provocan los hilos al formar el paisaje, que le gusta a todo el mundo. Lo cierto es que no sabría responder, pero a mí me recuerda Japón por la forma del puente, por la magia que desprende, aunque podría ser también cualquier laguna al sur de Europa donde se asientan temporalmente los flamencos. En cualquier caso, es un cuadro en el que mediante el juego con unos pocos colores se consigue un resultado fantástico. Aunque los hilos no son tan versátiles como la pintura y el óleo, el secreto está en combinar los distintos tonos de marrones y anaranjados para darle el efecto requerido.
En general, hemos estereotipado al otoño, lo solemos identificar con la melancolía, la tristeza, la añoranza de algo que se fue, con el fin de un periodo. Sin embargo, no tiene por que ser siempre de este modo, pensemos en otras sensaciones que nos evoca el otoño pues es una época mágica en la que hay miles de variantes del marrón, del verde oscuro, del amarillo, del naranja… Pensemos en esas brumas otoñales que dejan a nuestros ojos hermosos paisajes, recordemos el olor a castañas asadas, al crujido de la leña en la chimenea o al humo que se evapora de un chocolate bien caliente. Por ello, con este paisaje otoñal quiero que os sintáis maravillados de la naturaleza que nos rodea, que podáis tener un pedacito de ese recuerdo en vuestro salón.
Finalmente, si me permitís un consejo os diré que dada su dimensión y colorido, este cuadro requiere un fondo claro y una pared con bastante espacio para darle sensación de amplitud. ¡Disfrutadlo
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